sábado, junio 17, 2006

Abruzzo


El sabor de las almejas doradas, ocres, blancas en la siesta de mi cuerpo. Un hilo de sol en el vértice del espejo, se escuchan vasijas de roja arcilla sobre la mesada y el delantal de la antigua mujer se frota de harina.
La joven de pañuelo rojo entra desde la tierra, trae tomates y agua fresca de la orilla del cuerpo del hombre que la supo amar en sueños, por años; ella no lo sabe.
El puente cruje, las chicharras anuncian otra lluvia, la de entonces, la de peces naranjas y yo nado por horas en la nada.
Una voz anuncia la llegada de los caracoles, hace 200 días que los esperan, rodean un árbol y los reciben con papas dulces y guirnaldas.
Me visto de azul, rozo un cuerpo que no se ve, por la ventana se dibuja el pueblo, escucho a la joven, ahora mujer, que le confiesa a una pila de papeles su amor por otro hombre. Pienso en los amores que no son, en la construcción del destino, en los apellidos y las generaciones, las constelaciones, los orígenes, las historias que se repiten, la imposibilidad ante las ausencias y las tristezas que no buscamos.

1 comentario:

toti spi dijo...

MAIA...
SOS VOS LA DE LA FOTO?
JUAN