Gira cruel sobre su eje,
la bandera se hincha
aliento fresco
alondra.
Diáfano viento
nos agita la sangre.
El fondo del vaso
en que te untás
aparece blindado como tu escafandra
que no te respira,
/coral avaro/
misionás por tus ecos de la nada.
Silencio.
La espera se ahueca,
un colchón vencido.
Seguís ahí
donde te vi hace tiempo
donde te dejó la bruma de la mañana
sin destapadores ni latas de conserva,
si miro desde mi espalda
te veo
soberbio, delirante,
te escondés de la música y del campo.
Te espera una siesta
que no se deja dormir,
me espera la sucesión de días
que no tarda en llegar,
pero no la quiero,
no sin mi bolsa entibiando los dedos.
Las plumas parieron pájaros
que arden de una fiebre
del color de tus uvas añejas.
Comienza y termina
punto exacto
principio y fin,
me quedo
para cerrar y abrir,
espiral
trompo
mandala...
Te miro,
con los ojos
que no se tocan,
/los ojos sin rimel/
Comienzo a otoñarme.
El arco de mi violín erecto
aun desafina.
Raro insecto de mi microscopio
vos,
otro miserable lector de diarios.
Corren las palabras
por tu renglón filoso
y se cortan,
como todo lo que recorre un filo,
como mi palta
sin su semilla
/gigante/
Te veo fálico
prepotente
borrando borrando,
sin saber que tu meridiano huye.