"Vio el sol de la tarde como lo había visto después
de la noche con la señora Ota: el sol de la tarde a
través de la ventana del tren, detrás de la arboleda
del templo Hommonji.
El rojo sol parecía derramarse sobre las ramas.
La arboleda se recortaba oscura.
El sol derramándose por las ramas se introdujo en
sus ojos cansados. Los cerró.
Las grullas blancas del pañuelo de la joven Inamura
volaron en el sol de la tarde, que todavía estaba en sus ojos."